15/10/09

VIOLENCIA DE GENERO: MUJERES Y NIÑOS MALTRATADOS


La denominación de VIOLENCIA DE GENERO, es tan reciente, como el reconocimiento del maltrato hacia las mujeres, hasta muy avanzado el siglo XX, no se encuentra ninguna referencia específica, (Conferencia Mundial para los Derechos Humanos, Viena 1993, Convención Interamericana 1994, Conferencia Mundial de Mujeres de Beijing, 1995). El hecho que aparezca tan tarde, es una manifestación mas de la resistencia a reconocer que la violencia contra las mujeres no es ni una cuestión biológica, ni doméstica, simplemente de género.




La razón del antagonismo, no es una diferencia entre sexos, sino, una forma de violencia individual ejercida en el ámbito familiar, o de pareja, por quien ostenta una forma de superioridad física (hombre), sobre el sexo más débil, (mujer), consecuencia de una situación de discriminación intemporal originada en una estructura social patriarcal.



El género, es el resultado de un proceso social, donde, se adjudica espectativas y valores que cada cultura atribuye a ambos sexos. A consecuencia de este aprendizaje cultural cada uno exhibe un rol y una identidad que definen las relaciones de poder entre la prepotencia masculina y la sumisión femenina, origen de dicha violencia.



Se denomina VIOLENCIA DE GENERO, a la violencia ejercida sobre las mujeres por su propia condición de mujeres.



No es lo mismo VIOLENCIA DE GENERO que VIOLENCIA DOMESTICA, ya que una va dirigida a la mujer, y la otra a la familia (el medio familiar es propicio a las relaciones de dominancia propias de la violencia de genero, básicamente, por su privacidad).



La posición hegemónica del varón, no tiene que ver con la pobreza, el alcohol, la agresividad, ni los problemas de relación de pareja, sino, simplemente, es la relación de dominio por parte del hombre. La violencia en sí, garantiza la sumisión de la mujer, victimizandola, ya que ésta, siempre se coloca al lado de los más desprotegidos de la familia. La mujer, influenciada por la culpa, termina creyendo que debe asumirla, en aras de la salvación y de la familia.



A pesar de todo ello, la misma denuncia pública de la violencia contra la mujer es ya un signo de progreso, significa, que las mismas mujeres, se rebelan contra ciertas formas de agresión como anormales e injustas, con “independencia y libertad” mínimas para denunciarlas, contando con el apoyo de una mayoría social y de algunas leyes. Hay mujeres, que aun se ocultan a si mismas las agresiones que reciben, dando versiones equivocadas de lo que les ocurre, no se han librado, ni material, ni intelectualmente, del peso ancestral de la dominación masculina aceptando, ser la parte más débil. Sólo en los casos más extremos, la violencia aparece como lo que es, lo que aflora públicamente, son “los límites de la normalidad”, lo que queda oculto, lo que no se muestra, sigue siendo normal.



Es difícil, desde nuestra concepción de la realidad cultural a la que pertenecemos, erradicar el problema de dicha violencia. Para ello se necesita que ambos sexos, tanto hombres como mujeres, no perciban a la mujer como inferior. Aunque la teoría sea igualitaria, la práctica no lo es, porque la creencia de la igualdad de los géneros, no ha sido asumida totalmente ni por hombres ni por mujeres (ejemplo, jueces y médicos mujeres, que no son capaces de sensibilizarse y cooperar).



La violencia contra la mujer, tiene un inicio lento, con multitud de conductas diarias, malas, que generan situaciones de microviolencia, actuando de tal modo, que disminuyen la resistencia de la persona para conseguir su aceptación total. La disminución de la resistencia, disminuye la crítica y la oposición hacia el agresor y su comportamiento, a la vez que las integra dentro de la rutina cotidiana. Todo ello, desemboca a una mayor violencia objetiva, gradual y progresiva ascendente, pero, de hecho, si se le pregunta a la mujer, NO OCURRE NADA, TODO ESTA NORMAL, ya que desde el interior, desde la propia vivencia de la víctima, la violencia se ha instaurado como normal, ha crecido día a día, y no ha notado este crecimiento, llegando a creer que realmente, ésta es la normalidad.



El hombre, quien establece este tipo de conductas impositivas, tiende a afirmar que son inocuas, pero lo cierto, es que una vez instauradas, no renunciará a ellas, defendiendolas, cada vez con mayor agresividad, e intentando instaurar otras de mayor complejidad, utilizando, tipos más sofisticados de microviolencia, como mecanismos habituales e invisibles.



Cuando se es consciente que algo a pasado, la situación no se parece a nada a la inicial, (lo que sucede hoy, es prácticamente lo mismo que sucedió ayer, por lo que no se puede tomar distancia, y analizar el conflicto) el problema ya está instaurado, ya no puede solucionarse fácilmente.



Llamamos DISONANCIA COGNITIVA (Festinger), al proceso mental de esconder y amañar nuestra propia realidad para evitarnos sentimientos incongruentes, inadmisibles, o desagradables. En este caso, el agresor, minimiza y justifica la realidad de la agresión, quitándose importancia y responsabilidad, y la mujer, trata de buscar explicaciones a la violencia, normalizandola y racionalizándola hasta terminar por autoinculparse por error en su propia conducta.



La agresión a la mujer, en sus diferentes formas tiene una base y unos elementos comunes, por lo que en vez de entenderla como una serie de casos aislados que se repiten de forma mas o menos frecuente, y que cambian en las formas dependiendo de factores individuales y circunstancias, la entendemos como un SÍNDROME: SINDROME DE AGRESION A LA MUJER:


Todas aquellas agresiones que sufre la mujer como consecuencia de los condicionamientos socioculturales que actúan tanto sobre el género masculino como el femenino situando a la mujer en una posición de inferioridad y subordinación al hombre, manifestándose en 3 ámbitos básicos:


- relación de pareja: maltrato


- vida en sociedad: agresión sexual


- medio laboral: acoso sexual.



El hecho que la violencia de género se de en la intimidad del hogar, la desvaloriza socialmente, frente a otro tipo de violencia, mas externa, que crea sensación de riesgo al poder afectar a cualquier persona en determinadas circunstancias.



Al ser considerado un problema “privado “ entre dos adultos, también se considera que ellos lo sabrán resolver a su modo, por lo que no ha sido nunca prioritario pensar en una intervención pública, lo que en la práctica se convierte en levantar un muro de vergüenza hacia la agredida, que cada vez va apartandose mas de la realidad. El desconocimiento de lo ocurrido, conduce a su negación, y su negación a la inexistencia.



La conducta violenta tiene dos componentes fundamentales:


- Instrumental: objetivos y motivaciones del acto (porque y para que se realiza).


- Emocional: carga afectiva que ponemos al llevar a cabo la conducta.



La agresión hacia la mujer, es completamente diferente a los demás tipos de agresión. Su desencadenante puede ser: no tener la comida preparada a la hora, no estar cuando llama por teléfono, que los niños griten....cualquiera de ellas es un buen pretexto para que el hombre se crea con el derecho de corregir a la mujer mediante la violencia. El objetivo no es ocasionar lesiones, sino aleccionar a la mujer para dejar de manifiesto quien mantiene la autoridad en la relación y cual debe ser el papel que debe jugar cada uno en ella, quedando claro que el de la mujer es estar sometida a los criterios, voluntad y deseos del hombre, estando controlada por él, quien puede pedir cuentas de sus actividades. El hombre, cuando agrede, no da un solo golpe, sino que son multiples, pudiendo utilizar objetos o armas. Su objetivo, es el aleccionamiento e introducir el miedo y terror para que recuerde lo que le puede ocurrir ante la negativa o la oposición a sus mandatos , haciendo mas efectivas las amenazas que surgiran ante la más mínima contrariedad, (la utilización del fuego, rociando a la víctima con un líquido inflamable, suele darse cuando la pareja está próxima a la separación,y él, necesita o bien la muerte de ella, o bien el dejarle heridas para ocasionarle un mayor sufrimiento psíquico, físico o social, y que recuerde cada vez que se mire, los motivos y circunstancias bajo las que se produjeron, además, con este acto, asusta a las personas de su entorno que quieran ayudar a la víctima: familiares de la mujer, y a quienes intentan iniciar una nueva relación)



Es necesario tener en cuenta los hijos, quienes sufren habitualmente agresiones psicológicas por ser testigos de la violencia, y físicas al introducirlos como forma de agredir a la madre. Puede llegarse al homicidio de los hijos de la mujer (de una relación previa) para demostrar que es capaz de cumplir las amenazas.



El agresor es consciente de lo que hace y porque lo hace, y a pesar de que siempre se da en un ámbito doméstico, no le importa el ruido que se perciba, ni que se efectúen en lugares públicos, no busca la nocturnidad, ni parajes, ni el anonimato, sino que generalmente se entrega porque tiene que quedar bien claro que ha sido él el autor. De este modo, demuestra a si mismo, y a los demás que no hablaba en broma, y que su autoridad está por encima de todo. En la mayoría de las agresiones, van precedidas de amenazas y ataques previos. Evidentemente lo justifica todo diciendo que: ya se lo había advertido y no me hizo caso....a veces no hay otra opción... esto es porque te quiero y para que aprendas...( y la mujer, con su autoestima muy baja, y sola, empieza a creerlo, a sentirse culpable y responsable, cada vez que acude a alguien y se lo explica, lo único que oye es que debe tener paciencia, que las cosas cambiarán...)



El modo de agredir, es importante en la aparición del deterioro psicológico, que le conduce a una sumisión y a una incapacidad para reaccionar y responder ante la situación. Se suele dar en 3 fases:


- Tensión creciente, caracterizada porque la relación se va volviendo más tensa, y distante de forma progresiva, predomina el silencio, la agresividad encubierta, mayor carga de agresividad verbal y episodios aislados de violencia física: empujones, collejas....finalmente se produce la agresión física.


- Violencia aguda, con agresión verbal en forma de ataques y de excusas, múltiples golpes acompañados de agresividad verbal, las consecuencias aparecen en forma de lesiones físicas y psicológicas.


- Fase de Luna de miel: caracterizada por amabilidad y afecto, intento de justificar la agresión , básicamente porque explica haber bebido, pasar una mala temporada, o descargando la responsabilidad sobre la mujer por no haber hecho algo. No ha sido él quien ha golpeado, sino que lo han hecho las circunstancias, tampoco ha golpeado a la mujer, sino a su conducta. Todo ello va unido a la promesa que no volverá a ocurrir.



En cierto modo, él cree que no volverá a ocurrir ya que le ha dado una lección a la mujer, y que está ha aprendido, y ella cree sinceramente lo que él le dice que han sido las circunstancias, (pensar de otro modo, sería derrumbarse, darse cuenta de la realidad, y no poder afrontarla porque no queda casi nada en ella). De este modo, se produce la victimización completa de la mujer.



Las agresiones van repitiendose en forma de aspiral descendente, de modo que cada vez son mas graves y desencadenadas por motivos mas insignificantes. El agresor se crece ante la percepción que le da la agresión sobre su autoridad, poder e impunidad, mientras que la mujer va hundiendose física y psicologicamente, esta situación, el hombre la interpreta con mayor desconsideración hacia ella, que la ve incapaz e insignificante, por lo que cada vez recurre más a la violencia por motivos más insignificantes.



El resultado sobre la mujer es:



- lesiones físicas: lesiones de todo tipo, hematomas, arañazos, erosiones, heridas, fracturas. Cuando la mujer acude al médico, lleva lesiones de diferentes fechas, y jamás dice que se las ha hecho el marido, sino que intenta justificarlas explicando que se ha caído, que ha sido fortuito. Al estudiar en detenimiento las lesiones, se comprueba que no concuerda el tipo de golpe con lo que ella verbaliza, además, hay referencias vagas e inespecíficas de dolores y molestias, unido a un cuadro de depresión. Las lesiones suelen encontrarse en la zona de cabeza, espalda y pecho, (el agresor intenta que no se vea sus agresiones).


- Lesiones psíquicas: hay que distinguir dos momentos:


- después de la agresión


- alteraciones que aparecen a largo plazo derivadas de la repetición de la agresión


Al finalizar la agresión física, la mujer entra en una fase de shock, no puede creer lo que ha ocurrido, o que haya vuelto a ocurrir, queda completamente abatida, aturdida, llena de terror, generalmente hay un bloqueo físico, lo que la lleva a quedarse inmóvil, a veces encogida, en posición fetal, y en el mismo lugar donde el agresor terminó de pegarla. La repetición de las agresiones va produciendo un mayor daño psíquico, tanto por los efectos acumulativos de la agresión, como por la ansiedad y tensión mantenida entre cada una de las agresiones, sabiendo que en cada momento puede producirse un nuevo ataque. No olvidemos, que EL AGRESOR ES ALGUIEN A QUIEN ELLA QUIERE, quien se supone que debe creer, y que en cierto modo, depende.



El mantenimiento de esta situación y la repetición de los hechos conlleva a: baja autoestima, depresión, reacciones de estrés y sensación de impotencia y abandono por parte de los demás, presenta temor, ansiedad, fatiga, alteraciones del sueño, y del apetito, pesadillas, molestias, dolores inespecíficos. A pesar de ello, no son conscientes de la gravedad de su estado y a consecuencia de los mensajes que le manda el marido en cada agresión y en el intermedio de ellas, y en su propio contexto sociocultural, piensa que ella es la culpable de lo que está pasando y que se lo tiene merecido. Las personas próximas a ella, tampoco son conscientes de lo que sucede, por la privacidad cuando sucede, (las mujeres maltratadas, presentan un elevado control interno). La mujer sobrevive porque se agarra con todas sus fuerzas al día a día, para dar un significado a su existencia. La soledad se convierte en aislamiento cuando el agresor corta cualquier relación de la mujer con el exterior, quedado esta, recluida en casa, (si trabaja se le dice que abandona a los hijos y el hogar, que para lo que gana y de lo que hace, mejor se queda en casa, cuando ve a su familia, ella es la tonta que es la única que los va a visitar, siempre es así, hasta que ella misma decide cortar vínculos para no tener que aguantar lo que él le dice). El hombre, sistemáticamente, va cortando cualquier iniciativa que tome la mujer que le ayude a crecer, a desarrollar, y a enriquecer su personalidad, de este modo, es más fácil para el marido hacer lo que quiere con ella.



La actitud de la mujer en el maltrato, también sufre determinadas fases:


- Oposición a la violencia, se enfrenta a las agresiones e intenta detenerlas de diferentes modos, incluso recurriendo a denuncias,


- Debido a que no obtiene el resultado previsto, intenta controlar las situaciones mediante una estrategia de negociación que le permite manejar la agresividad, que también fracasa, y lo que es más grave, la mujer incorpora parte del mensaje que el marido y la sociedad le envian: ella es la culpable de algo que no hace bien.


- Huida, la mujer trata de escapar de la relación, en ocasiones de forma desesperada, pueden agredir al maltratador, o pueden suicidarse.



La agresión no empieza de cualquier modo y en cualquier momento, sino cuando el hombre tiene la certeza absoluta de poseer un cierto grado de control sobre la pareja ya que sino se arriesgaría a que la relación se acabara al percibir la mujer la violencia. El agresor espera que se establezca un grado de compromiso, por eso, siempre se da cuando ya existe el noviazgo, o cuando se han casado, o aumenta cuando la mujer queda embarazada, o tras el nacimiento del hijo, o cuando hay un traslado de domicilio, en resumen, cuando el agresor cree que ella necesita mayor dependencia de él.



Además de las justificaciones que dan para perpetrar la agresión, los maltratadores comentan que recurren a la violencia porque de algún modo les beneficia, consiguen una situación de privilegio y comodidad, a costa de la mujer e hijos, ya que solo se consideran ellos mismos. En el momento que se inicia la agresión, ellos tienen que tener claro que no habrá denuncias, que ellas se someterán por miedo, al destruirlas poco a poco, van creando su propia impunidad, por ese motivo, no agreden a los demás, solo a sus propias parejas, ya que saben que cualquier otra persona les denunciará.



La agresión a la mujer no puede justificarse ni entenderse como un problema perteneciente a clases marginadas, alcohol, al tipo de personalidad del agresor, desempleo, o personalidad de la mujer, sumisa y dependiente, o con dificultad de expresar sus sentimientos. La agresión se produce en todas las clases sociales, independientemente del nivel económico o educativo, y el alcohol no es un desencadenante, y desde luego, la mujer tampoco.



La educación, la pertenencia a diferentes ámbitos, y el contexto sociocultual, si puede afectar a dicha conducta, ya que influyen en la asimilación de determinados roles y cuando la agresión se está perpetrando, dicho contexto, utiliza los mitos creados para justificar al agresor, minimizando la agresión, y responsabilizando a la mujer de ello. Las normas culturales, y las espectativas sobre la conducta de la mujer y de los hombres, perpetúan la violencia y dificultan la correcta asistencia a las víctimas. Entre los diferentes profesionales que tratan el tema, TODOS, creen que no les pertenece, algunos alegan que es un problema mas social que clínico, más privado que público, es más un tema de pareja que si se interviene irrumpe la buena marcha familiar...Judicialmente, se trivializa, ya que se cree que es una situación surgida de un conflicto, en lugar de entenderlo como un mecanismo de control y sumisión. Por ello, la compresión y prevención de la violencia, requiere una revisión de las normas culturales relacionadas con el género y de los mitos que permiten su existencia (entre ellos, el más extendido es el del “masoquismo de la víctima”, que argumenta que las mujeres maltratadas disfrutan con el maltrato que reciben ya que ellas mismas se lo buscan como mínimo escogiendo a hombres violentos, y el hecho de no abandonarlos tras la agresión refuerza aun mas este tipo de argumentación, o bien que ella es la que agrede primero, con lo cual está buscando ya ser respuesta de un modo violento, o bien que no cumple con sus obligaciones domésticas, o que inventa y exagera, que no hay para tanto, o que quiere obtener un beneficio ( casa, quedarse con la custodia de los hijos etc).



Los celos, es una parte importante dentro de la violencia, y está permitida socioculturalmente “si no es celoso, es porque no te quiere”, en el fondo, los celos es un mecanismo de control hacia la otra persona, pero denotan miedo, inseguridad, y dependencia de quien los ejerce.



El agresor se muestra siempre como una persona normal, nada en el llama la atención, se comporta bien dentro de su propia sociedad, es el típico: “normal”, “simpático”, “se comporta bien”, “es educado y correcto”, “muy amante de su familia”, en raras ocasiones, comentan que en la casa se oyen gritos y peleas, pero lo justifican diciendo que es lo normal dentro del matrimonio. Precisamente esa doble cara, es reflejo de la doble moral y de la diferente percepción y valoración social entre el hombre y la mujer. La sociedad, delante de la agresión solo ve lo que quiere ver, no lo que realmente observa, solo se retienen los estímulos que quieren verse, no los que hay. Por este motivo, los agresores solo se relacionan con un tipo determinado de personas fuera del hogar, por el hecho de ser amables y tratar bien a la mujer fuera del hogar, buscan interlocutores que no pregunten nada mas, que no indaguen la tristeza o los golpes de ellas, que solo se queden con lo superficial.



Suelen presentar hostilidad frente a la mujer, baja responsabilidad comportamiento agresivo, conducción peligrosa de vehículos, comportamientos narcicistas, impulsivos, baja resolución de conflictos, bajo nivel de empatía, conductas rígidas y estereotipadas, dificultad para la reciprocidad, y sinceridad.



A través de estudios, se ha comprobado que los agresores denunciados, son aquellos que tienen mayor capacidad de agredir, los”menos inteligentes”, ya que aquellos que tiene mayor capacidad intelectual, la ejercitan de tal modo, que es más difícil denunciarlos.



El perfíl del maltratador, es un perfíl plano, no hay características sobresalientes que lo definan, o lo identifiquen, solo que es un hombre y que ha mantenido una relación sentimental con la mujer maltratada. Tanto victima como agresor, pueden tener en común que han visto, o han sido testigos de malostratos físicos o psicologicos durante su infancia. Es por ello, que tanto uno como otro, están acostumbrados a situaciones parecidas, y en un principio no detectan el maltrato. En ningún caso significa que exista una predisposición o determinismo hacia esos comportamientos, solo una facilitación y un respaldo a la hora de llevarlos a cabo, ayudados por un contexto permisivo.



El agresor, no tiene ningún remordimiento y vive la situación con cierta gratificación ya que obtiene los beneficios que se había propuesto.



El maltrato, deja secuelas en la mujer, aunque sea apartada del maltratador, ya que la forma sistemática en la que se produce, la falta de motivos, hace que la mujer se sienta incapaz e impotente para evitar los ataques, esta situación, se deteriora, ya que el agresor, es la persona con quien se ha compartido ilusiones, proyectos en común, hijos y afectos, intentando identificar seguridad, compañerismo...



Inconscientemente, la mujer, desarrolla el SINDROME DE ESTOCOLMO, pero con mayor gravedad, ya que no se trata de un enemigo que ataca o secuestra buscando un objetivo, que no tiene nada que ver contigo, aunque se sirva de tí como medio, sino que se trata de un marido o compañero que te ataca, te retiene, te responsabiliza de la situación y el objetivo del mismo eres tú misma.



Los estudios, indican, que las mujeres maltratadas intentan protegerse, así como proteger a los más débiles (hijos). En muchos casos, existen una serie de mecanismos de defensa internos que llevan a la pasividad y a una disminución de la actividad externa, dando la sensación de gran apatía, mostrando muy poca agresividad hacia los agresores, dando la apariencia de que la situación no es tan mala como representa.



Una de las consecuencias mas graves de la agresión a la mujer, es la victimización de los hijos, siempre testigos, y muchas veces víctimas directas cuando la relación perdura y permanece bajo ese patrón de conducta. La agresión a la madre, agrede psicologicamente, como mínimo, a los hijos, y los convierte en víctimas y agresores potenciales en el futuro. Los hijos no son ajenos a lo que sucede, sino que sufren terror por el hecho de contemplar u oír el episodio violento.



La convivencia familiar, queda del todo alterada, tanto en el presente por las agresiones sufridas, como en el futuro por la valoración que se hace del papel que desempeñan los diferentes miembros de la familia. La agresión a la madre de esos hijos, debería llevar, de inmediato, la pérdida de la patria potestad para el agresor, al menos como medida temporal, ya que dicha conducta atenta contra el fundamento de esa patria potestad, que es la correcta educación y desarrollo de los hijos entendidos en el sentido amplio. La patria potestad es un derecho del padre que surge de la filiación, siempre debe hacerse en beneficio del menor, para salvaguardar sus derechos como persona con unas circunstancias especiales derivadas del hecho biológico de la edad y del hecho social de sus especiales relaciones sociofamiliares, y dependencias de diferentes tipos (afectivas, económicas...). La situación es exactamente igual en casos de fecundación in vitro, o donantes de semen, o adopción. La referencia a la figura paterna tampoco es tan necesaria cuando el padre se comporta como un delincuente en el que se ve reflejado el hijo. No se trata de un derecho del padre, sino que está condicionado a los derechos y al interés del menor y en beneficio del mismo menor. En estas condiciones, el menor, siente hacia el padre, mas miedo que cariño, actuando bajo la amenaza de ese temor. En esta situación, los hijos siempre serán el nexo de unión entre el padre, agresor, y la madre, víctima, los hijos son utilizados como forma de llegar a la madre, de agredirla psicologicamente, recriminando a ellos las conductas y actitudes de la madre, que él considera equivocadas, cuando no, descalificandola e insultandola directamente ante ellos, y en ocasiones, contraviniendo lo legal. En este caso, la conducta del agresor, es una prolongación de la agresión a la mujer , es una violencia extendida que va mas allá de la propia mujer, en la que los hijos suelen ser parada habitual incluso en forma de homicidio.



El hecho de quitar la patria potestad, beneficia a los hijos en:



- Recuperación del daño sufrido, ya que no están en contacto con el agresor.


- Comprender todas las vivencias que han tenido, interpretarlo como algo alejado de la normalidad, como algo poco habitual.


- Evitar nuevas agresiones a la madre a través de esos hijos.



Se ha comprobado que con solo ser testigos de esta violencia, los niños sufren mayor retraso escolar, y reproducen conductas violentas.



El joven adolescente, victima de malostratos en su propio domicilio, va percibiendo como la utilización de la violencia rinde a la mujer y da resultados positivos. Las jóvenes adolescentes, en la misma circunstancia, interpretan dicha situación como algo normal. En ambos casos, está comprobado, que se desarrolla tolerancia a este tipo de actos.



En estos casos, la imitación de conductas, tanto de victima como de agresor, se dan por:


- similitud entre la situación vivida y la actual


- identificación con el modelo. Esta, quizás es la más importante.


- cantidad de exposición a la situación modelo



El hecho del maltrato, deja unas secuelas en la mujer, ésta, aunque se haya recuperado de las lesiones físicas y psíquicas sufridas, aunque haya rehecho su vida, siempre mantendrá una actitud determinada que la modificará por completo como persona. En daños psicologicos son importantes:



- trastornos psicologicos moderados o graves:


- ansiedad generalizada


- fatiga crónica


- insomnio, dolores de cabeza,


- disfunciones en la líbido


- problemas graves durante el embarazo


- mayor riesgo patológico en el niño y en la propia madre, así como menor peso al nacer.


- Mayor numero de hijos debido a violaciones intramatrimoniales .


- Suicidio como modo de escapar de la agresión cuando ya ha fracasado todos los demás métodos.


- Bulimia, anorexia, alcoholismo, toxicomanias


- trastornos de memoria o concentración



Las mujeres victimas de malos tratos, también suelen tenerlos en el ámbito laboral, ya que sus lesiones psicologicas les hace aceptar tipos de trabajos peor pagados y en condiciones no muy claras (economía sumergida, malos jefes.....), además, y como consecuencia del maltrato sufrido en casa, faltan al trabajo, disminuye el rendimiento, son presionadas por el jefe, que desconoce la problemática y solo pide rendimientos, son amenazadas con el despido...



El hecho de trabajar fuera de casa, no protege a la mujer, los ingresos no son un factor determinante, ya que la agresión se produce por la actitud del hombre, no de la mujer.



Cuando la mujer denuncia, las diferentes actuaciones que se desprenden, suponen un gasto exagerado hacia ella, que aun la condena mas, pues en la mayoría de ocasiones no dispone del dinero para poder hacer frente al mecanismo legal que supuestamente deberá protegerla a ella y sus hijos. (Hay que valorar, que para la sociedad, también es un gasto importante el hecho de la denuncia, porque a partir de alli, habrá una serie de intervenciones sociales).



Existen razones sociocultuales que hacen que la mujer permanezca en este tipo de relación:



- falta de alternativas


- falta de recursos económicos


- temor a la desaprobación de familiares y amigos


- preocupación por la pérdida de sus hijos y hogar


- miedo a las represalias del agresor


- baja atoestima por parte de la mujer


- depresión


- sensación de desamparo e impotencia


- apatía que le impide afrontar el problema tomando decisiones válidas.


- Imposibilidad de recurrir al propio pasado, intentando recordar quien era y como era ella, ya que el propio agresor, ha roto ese pasado


- falta de identidad actual ya que el agresor lo ha destruido


- acostumbrarse a ver el mundo con los ojos del agresor



No todas las medidas son iguales ni tienen el mismo efecto sobre la sociedad. La mayoría de las medidas que se han tomado han ido destinadas a tratar aspectos específicos de la agresión, generalmente relacionados con casos denunciados y con alguna de sus consecuencias, (enviar a una mujer a un centro de acogida, buscarle un trabajo para que adquiera autonomía e independencia...), medidas, en este caso, dirigidas a un grupo reducido de mujeres.



La primera de las medidas a tomar es la de desenmascarar el maltrato, hacerlo público, obligarlo a salir del ostracismo y la privacidad. Asimismo, es necesario reconocer que la violencia de genero está dirigida hacia la mujer, y se diferencia de cualquier otro tipo de violencia.



Identificar el proceso perverso, intentar analizar el problema friamente, para ello es necesario cambiar la mentalidad, abandonar la tolerancia absoluta en la que se está viviendo, reconocer que hay un trastorno en la persona a la que se ha querido. Comprender que tiene que protegerse de ella, y proteger a sus propios hijos de él.



Cuando la víctima renuncia a entrar en este juego, provoca en el agresor un aumento de la violencia que lo conducirá a cometer errores, que podrán ser utilizados en defensa propia, siempre sin caer en su propia trampa, que es lo que en cierta medida el intentará. Es necesario que la victima deje de justificarse, ya que al hablar, le da más material para continuar el maltrato. El dialogo es imposible con el maltratador, no comprende ni quiere hacerlo, por lo que la víctima no podrá nunca rebatirle, ni hablar, por lo que es mejor tomarse un tiempo para ello.



Tras la separación, el acose se realiza por teléfono, el muy persistente en cuanto a llamadas, por lo que es aconsejable, cambiar el número.



La víctima debe salir de su posición de inmovilizada y convertirse en activa



Es necesario resistir psicologicamente, para ello, es necesario encontrar personas fiables en el entorno, pero hay que tener en cuenta que cada una de ellas se posicionará, y pueden hacer más daño. Los únicos apoyos válidos son los que se contentan con estar ahí, presentes, y disponibles, sin emitir juicios.



Es necesario encontrar testigos, es decir, una vez se ha decidido la separación, toda agresión o maltrato debería ser en público, para poder testificar posteriormente.



Una vez hechos los preliminares, debemos preguntarnos que pretendemos con estas medidas: ¿resolver un caso particular?, ¿hacer entrar en razón a una sociedad que quiere ocultar sus lacras?, ¿intimidar al agresor?, ¿cómo tienen que ser las leyes?, meros testimonios o permitir campos subjetivos donde expanderse. Por parte de la ley, aun no hay una que sea eficaz ni respuesta adecuada al problema.



De hecho, actuar delante de una denuncia puesta por una mujer, significa en la realidad, que hemos llegado tarde, que ya ha habido agresión de algún tipo, y sufrimiento, pues la denuncia no debería haberse producido. Se trabaja en muchos ámbitos, interdisciplinariamente, cada uno a su modo, sin estar coordinados, lo que a la larga es un desgaste para la victima, para quienes trabajan con ella, para la propia sociedad. Sería bueno, conseguir que cada profesional, tuviese una cuidada formación sobre el tema, incluso, que formase parte del curriculum de la especialidad académica.



Muchas mujeres acuden al médico, o a un servicio de urgencias o centro de salud, un tiempo después de la agresión, buscando ayuda en silencio, sin querer reconocer lo que sucede por la vergüenza que le provoca y por la culpa que el agresor le ha hecho creer, pero, de algún modo, pidiendo ayuda. Se ha de intentar, un diagnóstico correcto, asumir responsabilidad profesional, y poner en conocimiento de la autoridad el hecho, ya que la propia paciente no es capaz de ello. Ayudar a recuperar la autoestima de la mujer, intentar cortar el ciclo de la violencia. Intentar un modelo holístico o global donde el valor de cada sexo sea igual, o mejor dicho, no desigual, reconociendo y manteniendo, al mismo tiempo, las diferencias entre hombres y mujeres y estableciendo relaciones sociales sobre esas diferencias.



Es necesario acudir a un psicologo, quien, desde la profesionalidad entenderá el lenguaje que en que se está hablando, las situaciones, la vergüenza.... A menudo, a las victimas, les cuesta hablar del trauma tanto tiempo silenciado, ya que intentan huir a través del olvido o aun no son capaces de etiquetar las monstruosidades que han tenido que vivir. El hecho de hablar, le permite a la víctima liberarse de la negación y la culpabilidad, quitarse de encima el peso de la ambigüedad de las palabras. Se debe facilitar que la víctima recupere sus recursos interiores. Intentar analizar el contexto, ayudar a descubrir las estrategias perversas evitando darles un sentido neurótico, nombrarlas y que el paciente identifique lo que se debe a él y a su propia vulnerabilidad y que lo distinga de la agresión externa, El paciente tiene que hablar de las emociones que han sido censuradas, de la ira, de la rabia, del miedo,...



Jamás se debe responsabilizar ni culpabilizar a la víctima.Es necesario que haga un verdadero trabajo de duelo, cosa difícil, ya que los propios pacientes para iniciar su nueva vida, tienen que aceptar su propia angustia y saber que no desaparecerá inmediatamente. Necesitan asumir y soltar su propia impotencia.


Curarse, significa unir sus propios trozos rotos y desperdigados, aceptarlos, amarlos y ser felices con ellos.

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